2.1 Artículo



Mestizaje y misterio de América

Miscegenation and Mystery in America



Betulio Bravo Arteaga

Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela


Recibido: 26-5-2010 / Revisado: 10-9-2010



Resumen:

El mestizaje americano remite a un tema complejo de difícil elucidación. Asimismo, el uso del término “mestizaje” ha provocado sospechas entre pensadores latinoamericanos, pues constituye un préstamo de la ciencia natural y se encuentra revestido de acusados determinismos biológicos. Se ha dicho además que éste deja ver reduccionismos ideológicos, en cuyo caso se termina derrumbando su pretendida autoridad epistemológica. Nada más errático que tachar un término, argumentando sus posibles equívocos, con la pretensión de sustituirlo por denominaciones más sofisticadas. El mestizaje es un crisol, ya lo dijo Martí, en el que se funden materias heterogéneas. Sin embargo, como enseñaron los antiguos alquimistas, esa mezcla es fascinante por su misterio y por su condición de proceso siempre inacabado. Antes que perseguir los fardos que los nombres cargan consigo, cabe detenerse en aquellos enigmas que ellos esconden o exhiben; y la originalidad del mestizaje, como ha sugerido Picón Salas, consiste precisamente en su resistencia al desciframiento.

Palabras claves: Mestizaje, misterio, materias heterogéneas, originalidad.


Abstract :

The American miscegenation refers to a complex subject difficult to elucidate. Likewise, the use of the term “miscegenation” has raised suspicions among Latinamerican thinkers, because it constitutes a loan from natural science and is coated with accused biological determinisms. It also has been said that this term reveals ideological reductionism, in which case it ends up collapsing its pretended epistemological authority. Nothing is more erratic than cross out a term, arguing its possible equivocal, with the pretension to substitute with more sofisticated names. The miscegenation is a melting pot, as Martí said, in which heterogeneous materials melt down. However, as it was taught by ancient alchemists, this mixture is fascinating for its mystery and its condition of always unfinished process. Before we persecute the bundles that the names carry with them, we should dwell on those riddles that they hide or show; and, as suggested by Picón Salas, the originality of the mixture consists precisely in its resistance to decoding.

Keywords: Miscegenation, mystery, heterogeneous materials, originality.


Nadie es puro, jamás lo ha sido ni nunca lo será, nadie, ni siquiera un santo,

nadie y n i siquiera por milagro, y, a pesar de todo, el deseo de pureza

alza obstinadamente su protesta en nosotros contra los fracasos, los

desmentidos y las decepciones de la experiencia.

Vladimir Jankélévitch


“América es el continente del misterio” había escrito Mariano Picón Salas en 1935, tal vez consciente de que actualizaba con ello el pensamiento melancólico del siglo XIX, al que debemos precisamente la aceptación de lo contradictorio y de lo indefinido. El agudo ensayista venezolano parece abismarse en busca de sentido y allana con esta frase el camino a la tristeza del intelecto. Según sus palabras, la realidad americana representa un enigma psicológico, cuyo origen habría que buscarlo en las “convulsiones de la razas que no se han fundido bien” (203). Sin embargo, no basta con anudar lamentos en las puertas de nuestra inteligencia. Si bien este enigma ha significado un verdadero drama para la existencia americana, no es menos cierto que constituye a la vez “nuestra esperanza” y “nuestra fascinación”. Así aparece con toda crudeza, en medio del asombro y de desconcierto, la realidad inaprensible del mestizaje.

Acabamos de mencionar una palabra casi olvidada en los manuales de historia y denunciada por responder a supuestos determinismos conceptuales: el “mestizaje”. Este rechazo se ve reflejado en los señalamientos de americanistas renombrados, quienes insisten en advertir acerca del anacronismo de utilizar un término prestado de la ciencia natural, útil para dar cuenta de fenómenos biológicos y no mucho más. Por tanto –a juicio de los críticos- parece conveniente abolir su uso en lo que concierne a los temas sociales y culturales. Se ha pretendido sustituir el término “mestizaje” con denominaciones más o menos felices, más o menos enrevesadas, seguramente más sofisticadas. En este sentido, son conocidas las posturas de autores como Antonio Cornejo Polar, quien lleva a cabo una serie de elaboraciones teóricas para demostrar limitaciones y reduccionismos a la hora de presentar la compleja formación de la cultura americana bajo el rótulo del mestizaje. Según sus argumentaciones, el término esconde una “ideología salvífica” (54) que no explica las muchas mezclas, ni la realidad heterogénea que surge de ellas; remite por el contrario a una supuesta armonía de los factores en conflicto, legitimando –a su juicio- una falsa imagen de la realidad resultante y soslayando con ello los complejos desencuentros de cosmovisiones tan dispares, como la europea, la indígena y la africana. No hay duda de que Cornejo Polar ha querido tender puentes a la comprensión del enigma, sin embargo, para llegar a sus apuradas conclusiones, ha pisado madera quebradiza. Se puede colegir de sus señalamientos que el “mestizaje” se reduce a un sincretismo, y éste a su vez se ocupa de mitigar asimetrías y contradicciones, en aras de una obligada conciliación de elementos heterogéneos y en pugna. Pues, diremos que nada es más errático que tachar un término esgrimiendo posibles equívocos, sin tomarse el trabajo de atender al campo semiótico implicado en su dilatada existencia. No importa si las palabras provienen de otras esferas epistemológicas ni el uso abusivo que sufran en algún momento; ellas decantan imposturas, acogen significados a veces contradictorios y, con bastante frecuencia, sobreviven a sus propias decadencias. Eso ha podido ocurrir con el “mestizaje” y quizá suceda otro tanto con el “sincretismo”, acertadamente situado por Cornejo Polar en el mismo orden de ideas.

Intentemos una aproximación al tema desde otras perspectivas; la visión martiana, por ejemplo: afortunadamente el pensamiento americanista tiene a José Martí como una de sus figuras señeras. Su conocida frase: “el crisol que comenzamos a ser” (37), se convirtió en símbolo del proceso inacabado de la conformación de la cultura. La antigua vasija de los alquimistas sirve de metáfora para expresar el espectáculo fascinante de lo heterogéneo y la aspiración de una lejana quintaesencia que acallará los dolorosos cruzamientos de elementos contrapuestos. El crisol guarda la materia en ebullición que pugna por una nueva forma. La potencia del fuego reúne espíritu y materia en el soplo imaginario del ideal clasicista, según el cual el espíritu triunfaría sobre la materia siempre a punto de desbordarse. Sin embargo, pese al poder ejercido por la racionalidad, tales mezclas no parecen admitir ideas preconcebidas, ni ponen límites a las fuerzas que se despliegan. De este modo, Martí intenta explicar la compleja metamorfosis a partir de una difícil fórmula compuesta por negaciones: “no español”, “no indígena”; acariciando la posibilidad de que ese pueblo mestizo en su forma alcance –a la a la luz de su incandescencia- elevados grados de libertad y se haga de un alma distinta a la de sus predecesores. En José Martí -como diría Julio Ortega del Inca Garcilaso de la Vega-, “asistimos a la utopía de los humanistas” (37). Es decir, el pensamiento busca superar la realidad que le es adversa y desarrolla una versión optimista de cierto pesimismo, haciendo de la imposibilidad una empresa ejemplar, digna de convertirse en programa y modelo a seguir. Y aunque el poeta cubano no olvida que se trata de la América enconada y turbia, “que brotó con las espinas en la frente y las palabras como lava” éste dirige sus esfuerzos a crear y propagar una imagen distinta del hombre y de la historia, aliviada del peso de los esencialismos raciales o políticos que sostienen supuestas verdades absolutas y definitivas. Dicha imagen se fundamenta en la existencia de un alma que “emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color” (39); de allí que se interese por encontrar las claves de la “identidad universal del hombre”, pese a todo contraste y a todo distanciamiento.

De otra parte, Picón Salas señala que el mestizaje “es mucho más que mezclar sangres y razas; es unificar en el templo histórico esas disonancias de condición, de formas y módulos vitales en que se desenvolvió nuestro antagonismo” (158). Pero esa unificación que se menciona no conduce de ningún modo al logro de un todo homogéneo. Por el contrario, desde esta perspectiva, mestizarse -así lo diría Alexis Márquez Rodríguez-, significa diferenciarse de cada uno de los elementos que se mezclan, sin romper con ninguno de ellos” (182). Por consiguiente, debemos suponer que si bien los distintos elementos entran en juego y son objeto de mixturas y entrecruzamientos, difícilmente éstos alcanzarán la síntesis de plenitud derivada de su hipotética fusión. La “discordancia americana” de la que habla Picón Salas remite a una realidad más o menos caótica, caracterizada por la discontinuidad y el tanteo, la variación y la extrañeza, el conflicto y la culpa. Esto nos permite afirmar que el mestizaje no se limita a lo que encaja o se suelda ni se da “en la constancia y la consistencia, sino que se elabora en el desfasaje y la alternancia” (François Laplantine y Alexis Nouss, 25). Sus operaciones se reconocen por un movimiento de tensión, de vibración, de oscilación, de obcecado giro hacia el pasado en busca de posibles desciframientos. El sujeto mestizo se deja poseer por el anhelo de un estado de pureza y esplendor perteneciente a un tiempo muy lejano; pero su deseo le acarrea, en cambio, más tristezas para la melancolía.

No obstante, el pensar melancólico -para decirlo con palabras de George Steiner-, busca a todo trance sobreponerse. Así, la pesadumbre deviene en una especie de “melancolía activa”, por cuanto la mueven corrientes provenientes de la cultura originaria y aquellas que vienen de afuera, supervivientes ambas de una larga sucesión de pérdidas, selecciones, redescubrimientos e incorporaciones. Esto parece corresponder con la tesis sostenida por Schelling, según la cual en la radiación y “materia oscura primigenia” (Steiner, 11) estaría una causa de la tristeza de la existencia humana, con el agregado paradójico de que esa tristeza deviene asimismo creativa. Es decir, siguiendo al filósofo alemán podemos suponer que ciertos fenómenos de acumulación energética habrían actuado desde el mismo origen del universo para que éste logre sobreponerse a sus propias hecatombes, cualidad que alcanzará más tarde al hombre y a la cultura. El movimiento generado por esa capacidad creadora, debería vencer toda gravidez y habilitar al intelecto para la asimilación de realidades contradictorias, incluso aquellas que son inherentes a su propia naturaleza.

En este sentido, vale mencionar el postulado de Ángel Rama acerca de la existencia de una singular energía creadora en sociedades “transculturadas”. Rama acoge el concepto de “transculturación” introducido por Fernando Ortiz, lo hace con el fin primordial de ensayar su aplicación en los estudios literarios latinoamericanos y de allí derivarlo al campo histórico y social –antropológico como sugiere Ortiz-. Esto es, la “transculturación” tendría lugar por efecto del juego de fuerzas de distintas culturas, en cuanto una se impone sobre la otra, modificando valores idiosincráticos y originando la recomposición de estructuras mentales que conforman el sistema cultural. Se trata de un proceso transitivo, del que emerge una realidad compuesta y compleja, un fenómeno nuevo, original e independiente. Las transformaciones ocurren -sobre todo- en aquella cultura que recibe el impacto externo, pues, en su seno se producen destrucciones y pérdidas ingentes. Sin embargo, formando parte del mismo fenómeno, ésta última desarrolla una capacidad para elaborar con originalidad, pese a las difíciles circunstancias históricas y a la angustia de una privación que se lleva en lo más profundo de la conciencia. Ángel Rama se refiere a cierta potencia que brotaría de las capas recónditas de las regiones internas ligadas con el sustrato mítico-simbólico de la cultura, cuya energía creadora puede convertirse en “vigorosa fuente nutricia” de la personalidad que ha resultado del inacabado proceso de transculturación. Asimismo, el proceso de transculturación implicado en el mestizaje pone en funcionamiento complejos mecanismos de interrelación en cuyo entramado no sólo se deja escuchar un desosegado lamento; irrumpe además, esa capacidad para elaborar con originalidad, como una suerte de celebración de nuestro disimulado vitalismo. Con esto, Ángel Rama agrega mayor contenido al concepto de transculturación, desplazando el foco de atención desde la descripción general del fenómeno cultural a la exploración hermenéutica de la actitud productiva generada por este entramado, la cual alcanza –eventualmente- a la innovación técnica. Por supuesto, debemos recordar que el escritor uruguayo se refiere de manera muy especial al ámbito literario por ser éste, junto con el resto del ámbito artístico, campo de creación por excelencia. Y, como se sabe, la literatura contribuye a la configuración nuevas visiones de la cultura a través de sus múltiples posibilidades de representación.

Hemos visto en el mestizaje una tendencia a la ampliación del espacio conceptual hacia confines de la racionalidad: mezclas, enigmas, juego de oposiciones, paradojas, elementos como estos componen su campo de significación y revelan su naturaleza híbrida. El universo barroco es lo que más se le asemeja por su carácter proteico. “El arte barroco señala Alejo Carpentier-, es un arte en movimiento, un arte de pulsión, un arte que va de un centro hacia fuera, y va rompiendo, en cierto modo, sus propios márgenes. (…) Se manifiesta donde hay transformación, mutación, innovación” (68). Este autor se pregunta: “¿Y por qué es América Latina la tierra de elección del barroco?”, y de inmediato responde: “Porque toda simbiosis, todo mestizaje engendra un barroquismo”. Al parecer, Carpentier ha querido resumir en una frase la convergencia de dos elementos de difícil definición y acotamiento. El mestizaje –ya se ha dicho- luce como un proceso inacabado, cuyo signo melancólico se transmuta en originalidad y abundancia. El barroco por su parte, quiere ser soplo vital en desborde, habilitado para armonizar y darle plasticidad a mundos de contraste. Ambos corren paralelos hasta que hacen parte de la materialidad en movimiento, coincidiendo en un mismo ambiente natural: el mundo orgánico, movedizo y proliferante. De allí que todo amestizamiento tenga su origen en el choque a veces violento de los cuerpos y sólo más tarde adquiere el perfil de un confuso destino espiritual. Asimismo, la actitud deconstructiva del barroco deviene -pese a sus tradicionales vínculos platónicos-, en exuberancia estética de la materia viva, cuya dinámica permite convivir desintegración y proliferación de las formas, exhalación del alma y artificio. Si se prefiere usar una imagen de esta singular convergencia diríamos que el mestizaje deja una brecha incurada en la superficie lisa de la cultura y el barroco acierta a descubrir que no hay profundidad en ella, sólo cifra, conjetura, laberinto de palabras: mitos entrelazados y extraviados en su propia desmesura.

Probablemente todo lo anterior no servirá para descifrar el misterio evocado por Picón Salas; obliga, por el contrario, a su aplazamiento. Sin embargo, abundan las preguntas en el pensar melancólico, pues, esa es su mejor forma de revelar productividad y no adocenamiento. Algunas de ellas gustan de ocupar los finales marcados en los discursos: ¿Acaso no es América producto de un desgarramiento y de una dispersión?, ¿cómo definir aquello que se manifiesta en claridades transitorias y reflejos fugitivos?, ¿qué otra cosa provoca el misterio que no sea la indagación nerviosa o su reelaboración estética?


Referencias bibliográficas:

- Carpentier, Alejo. Los pasos recobrados. Ensayos de teoría y crítica literaria. Caracas. Biblioteca Ayacucho, 2003.

- Cornejo Polar Antonio Escribir en el aire. Ensayo sobre la heterogeneidad cultural en las literaturas andinas. Lima. Editorial Horizonte, 1994.

- Jankélévitch, Vladimir. Lo puro y lo impuro. Madrid. Taurus-Alfaguara S.A., 1990.

- Laplantine, François y Nouss, Alexis. Mestizajes. De Arcimboldo a Zombi. Argentina, Fondo de Cultura Económica, 2001.

- Martí, José. Nuestra América. Caracas. Biblioteca Ayacucho, 2005.

- Ortega, Julio. El discurso de la abundancia. Caracas. Monte Ávila Editores, 1990.

- Picón Salas, Mariano. Viejos y nuevos mundos. Caracas. Biblioteca Ayacucho, 1983.

- Rama, Ángel. Transculturación narrativa en América Latina. México. Siglo XXI Editores, 1982.

- Steiner, George. Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento. México. Fondo de Cultura económica-Ediciones Siruela, 2007.