5.1 Escritura y creación


Ana Carolina Saavedra Lozada

hokotoyoma@hotmail.com

Recibido: 2-6-2010 / Revisado: 12-9-2010

Nacida en el estado Carabobo año 1970, vive desde hace 16 años en el estado Amazonas, docente y cantora, Gerente cultural y Promotora social. Ha desarrollado trabajo social con comunidades indígenas Panare, Yanomami, Goahibos, Piaroas, y otras etnias que hacen vida en el estado Amazonas y el estado Bolívar. Trabajos con el Centro Amazónico de investigación de enfermedades tropicales (CAICET), Circuito Judicial Penal del Estado Amazonas, Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho, colegios y liceos. Un libro publicado “El lugar de las imágenes perdidas”. Participación en revistas y periódicos.

Teacher and singer born in the Venezuelan State of Carabobo in 1970, she has lived in the State of Amazonas for 16 years. She has developed social work in the indigenous communities of Panare, Yanomami, Goahibo, Piaroa, among others, which are located in the states of Amazonas and Bolívar. She has worked with the Centro amazónico de investigación de enfermedades tropicales (CAICET), Circuito Judicial Penal del Estado Amazonas, and the Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho.

La santa expresión del que aguarda junto al rio, la primera palabra de quien en el silencio más hondo escuchó las voces del mundo en reserva, el gesto en un intento de comienzo, nacer para la prueba, gestando universos en el bendito vientre de la selva, vegetal y boscoso, impredecible, de sonidos cóncavos. Huesos ancestrales esperando por la ciencia del sabio que junta la vida para el renacimiento. Encontrar las ofrendas de antiguas mujeres, en el fondo de una imagen, en la orilla de un río, saberte redimida como es propósito de la verdad al pretendernos entregados y dóciles, sin saberes ni escudos.

Antes nacieron las flores del camino, se marcharon con el viento de la ausencia, pétalos de una piel que cumple con los ciclos naturales del tiempo. Estas allí en la cúpula de una construcción antigua, estoy aquí mirando por las ventanas de la contemporaneidad. Conjugar es faena de inquietos duendes del pensamiento verbo. Los “hekuras” están en los oídos, queriendo escuchar antes que los ángeles renacentistas las murmuraciones de ancianos y perdidas imágenes que saltan de las páginas de los libros, mientras los pájaros se asoman a tus ventanas una mañana de noviembre, en las riberas de las infancias perdidas.

Llevo en mis manos las contradicciones, las cosquillas de las caricias, el mal atrapado, el bien saliendo de los ojos, como luceros de una noche de verano, como cocuyos del amazonia donde se guarda una promesa. Eres pequeña como la niña que sale de la boca de Dios y al ser palabra su forma se multiplica. Una niña, dos niñas, cinco niñas, tantas veces niña... lejos de lo incierto.

En una isla habitaban los callados, en una luna habitaba el pensamiento, en ti la prueba, despojada de bien y mal.

No hay tiempo ni lugar en este nacimiento, se hace el día y la noche cuando del vientre salimos para nombrar. Es misterio llegar a la vida con grito o sin él. Mas sin amor no fuese posible. Tu estas allá donde comienza, yo estoy aquí donde termina. Tantas veces nosotros, y un alma contenida.

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Soportó el peso de los verbos

descubrió en el rostro amado

la frágil expresión de la despedida.

Alguien lo vio marcharse con el alma

con el silencio de las cosas perdidas.

Dejó las horas y el árbol que miraba

un viejo manuscrito,

una senda.

La abomina visión del desapego.

Habría querido besar sus manos y sus besos,

guardar en una escarapela

luz,

sombra,

caballos de batalla

himnos y sepulturas.

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Son un vértigo donde me equivoco,

transforman los significados.

Serán otros los días del equilibrio,

un tropiezo,

con las dos percepciones en mis ojos,

luz y otredad.

Oraciones gravitantes

mujeres frágiles hechas de inviernos.

Piedras del principio del mundo.

Hay escorpiones en la pared cuando entran las aguas,

augurios en las flamas de las velas

estrepito en el agua que cae,

ahuyentas,

retraes la expresión,

mientras rio abajo las aguas del pasado.

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Rotos están los tiestos de la antigüedad. Millones de fisonomías en las calles de las grandes ciudades y un solo antifaz con signos de una tierra derruida y asaltada. Largos son los caminos del sosiego, habremos de vivir con el tejido de Judea asistiendo a las ceremonias del sincrético mundo que hoy amaneció sin guía. La negra que enreda en sus muslos la fundación de Abraham y el libro de los muertos. La india que asiste a la alborada con una hamaca tejida con desvelos. Un fragmento de Guerra, el día de Enero, a golpe de tambor, o cantando inviernos sobre una curiara, somos un vértigo de historia que se desdibuja en los modales del alma. Perdidos están los libros que lo dijeron todo, los horizontes que miraban los aristotélicos, las lunas que se vieron cuando Sara estuvo embarazada. La guadalupana virgen hará la obra del perdón a aquel que estalló su imagen, mientras se afilan otras espadas.

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El silencio es más que la imagen de agua

y el surco de luminosidades,

nubes de un paisaje sobre la verde sabana,

aproximación de un paraíso.

Anhelos convertidos en fuego,

la vegetal e indómita sucesión de árboles

salvajes formas.

El mismo silencio

en las manos que tejen presentimientos,

que abandonan el cuerpo y alargan la noche del solsticio.

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El Lugar de las imágenes perdidas. (2006)

La mujer está lavando sus colores

Pensando.

Se deja ir rio abajo

distraída.

Con un niño colgado en el pezón

y otro en el vientre

ella pende de la tierra.

Se dejó sembrar

se dice y revela desde adentro.

No sabe contar los días

sin la luna,

No puede ir a las montañas

ni recoger cosecha y leña.

Pero compró en el pueblo

cuentas azules y blancas

para recibir con un regalo.

Ella está pensando en semillas

que hay en un lugar remoto

y en los hombrecitos que salen de su orificio.

En la vida

piensa la eñepa.

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Me hará un surco en el ancho de mi rostro

pasa muchos sus manos

borra la expresión

me hace barro.

Guarda mis sombras

en la planta de sus manos.

Camina por las brasas para enseñar la fuerza

muestra la luna

y la infinitud.

Nos comemos la candela

en esta tregua de mundos distanciados.

Nunca seré más inasible.

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Estos árboles son nuestros

por eso también todos los frutos.

Ha llegado la hora del juego de los vientos de rama

con los hombrecitos sin guayuco.

Pronto una mujer gritará “¡muchacho cuidado te caes!”.

Todos seremos de todos

los niños

/nuestros/

Este es el verano pegostozo

se oyen los rumores junto al árbol de Yopo

pienso que recogen la cosecha en el mundo de los muertos.

Soy otra que también grita para pedir.

La boca me sabe a tierra dulce

y es que la pequeña Achon me dio su mango.

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