4.3 Dossier


La puesta en escena del motivo del doble en “El difunto yo” de Julio Garmendia y en “El otro” de Jorge Luis Borges

The mise en scène of the Motive of the Double in “El difunto yo” by Julio Garmendia and “El otro” by Jorge Luis Borges

Neirik Muñoz

Estudiante de Letras,

Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela

Resumen

En este artículo se compara el motivo literario del doble en dos cuentos de dos escritores hispanoamericanos. Desde una consideración comparativa se analizará la diversidad de posibilidades estéticas de la experiencia subjetiva de la alteridad. Partiendo de las propuestas de Víctor Bravo, y otros críticos, se intenta abordar dos visiones en que se manifiesta dicho motivo, a saber, la usurpación y la convergencia. En el primer caso, la transgresión a la cotidianidad asoma un mundo nuevo de hostilidades sólo perceptibles en el sujeto. En el segundo, el mundo se hace “asombro acostumbrado” a través de dosis de parodia. En ambos casos, el motivo del doble hace notar la inestabilidad del sujeto en la literatura hispanoamericana del siglo XX.

Palabras clave: comparatismo, alteridad, usurpación, convergencia, parodia.

Abstract

In this article the literary motive of the double is compared in two short stories by two Hispanic American authors. From a comparative perspective, the diversity of the aesthetic possibilities of the subjective experience of alterity will be analyzed. Supported on the criticism of Victor Bravo, and other critics, we intend to approach two visions in which such literary motive manifests itself: usurpation and convergence. In the first case, the transgression to the everyday surfaces a new world of hostilities only perceptible to the subject. In the second, the world becomes “habitual astonishment” through doses of parody. In both cases, the motive of the double puts forth the instability of the subject in 20th Century Hispanic American Literature.

Keywords: Comparative Literature, Alterity, Usurpation, Convergence, Parody.

Recibido: 16/04/2010 / Revisado: 21/06/2010

En el presente trabajo se comparará en disimilitud e igualdad el motivo del doble en los relatos extraordinarios “El difunto yo” de Julio Garmendia y “El otro” de Jorge Luis Borges”. Nos interesa específicamente señalar que en el primero el desdoblamiento que se produce en el personaje protagonista termina en la aniquilación. Mientras tanto, en el segundo, la confrontación se muestra presta al diálogo.

En la representación que se hace del doble en “El difunto yo” encontramos la expresión del otro que se impone al yo para usurpar su lugar. El desdoblamiento se produce en el interior del protagonista (Andrés Erre) al que se le revela su alter ego, se le usurpa su lugar, y se le aniquila. En “El otro” se establece un enfrentamiento del mismo personaje (Borges) con su yo, pero en tiempos completamente distintos. Paradójicamente convergen en el mismo espacio y se celebra el intercambio discursivo.

En “El difunto yo” la idea del desdoblamiento queda clara desde las primeras líneas:

Examiné apresuradamente la extraña situación en la que me hallaba. Debía, sin perder un segundo, ponerme en persecución de mi alter ego [sic]. Ya que circunstancias desconocidas lo habían separado de mi personalidad, convenía darle alcance antes de que pudiera alejarse mucho (61).

Andrés Erre sufre un desdoblamiento en el que su alter ego se separa de él. Sale en su búsqueda, pero antes de que pueda encontrarlo, aquel comete un sinfín de actos ilícitos por los que Andrés es acusado. En la voz del narrador protagonista encontramos:

Fui conducido al cuartel de policía, donde se me acusó de pendenciero, escandaloso y borracho, y, además de valerme de subterfugios para no pagar ciertas deudas de café, de vehículos de carrera, de menudas compras…Nada sabía yo de aquellas deudas…me faltó valor para confesar la vergonzosa fuga de mi alter ego [sic] que era sin duda el verdadero culpable y autor de tales supercherías (62).

Indudablemente, el propósito que el alter ego perseguía era erradicar la existencia de Andrés Erre, o mejor, del yo. Todo ello se hace posible por la estrecha relación que existe entre el alter ego y Andrés. Directamente en el relato, dice la voz del yo: “[E]l completo conocimiento que poseía de los más recónditos resortes de mi alma le facilitó los elementos necesarios para preparar sin error el plan de inducción al suicidio inmediato” (66). El alter ego lo planifica todo para ocupar el lugar del yo. Se convierte en su doble y se aprovecha del “completo conocimiento” que tenía de la personalidad de Andrés para ocupar incluso el lugar de éste en el ámbito íntimo y marital. Según el narrador: “[V]olvió a la alcoba conyugal, donde pasó el resto de la noche ocupado en prodigar a mi viuda las más ardientes caricias” (65-66).

Según vemos, la relación entre el alter ego y Andrés es completamente estrecha, lo que precisamente permite más fácilmente que aquel pueda deshacerse de éste. El alter ego cometió en nombre de Andrés un sinfín de hechos completamente contrarios al recto comportamiento que él podría tener en determinadas circunstancias y en los acontecimientos que se suscitaban en su día a día. Esto llevó a Andrés a la desesperación y a tomar la determinación de acabar con su vida: “[F]ui a colgarme de una de las vigas del techo con una cuerda que hallé a mano” (66). Finalmente, desde la muerte, Andrés cuenta cómo fue asolado por su alter ego:

Mi alter ego desarrolló desde el principio un plan hábilmente calculado en el sentido de producir los resultados que en efecto se produjeron […] determinó de antemano mi inquietud, mi angustia, mi desesperación, calculó exactamente la hora en que un cúmulo de extrañas circunstancias habían de conducirme al suicidio (66).

El alter ego evidentemente triunfa en su propósito de tomar el lugar del yo (de Andrés). Hay algo en todo esto que nos parece muy particular: la forma cómo se presenta las entidades del protagonista escindido. El yo que corresponde a la figura de Andrés es un personaje con una conducta irreprochable. Contrariamente, el alter ego es el que realiza todos los actos indecorosos por los que es acusado Andrés en numerosos establecimientos y que además le suscitan varias confusiones. Gregory Zambrano, en un artículo dedicado a La tienda de muñecos de Julio Garmendia expone al respecto: “[E]l yo narrador se sitúa en un nivel donde el otro es visto como un doble negativo (audaz, pícaro, inmanejable, aunque predecible)” (269). Para su contrariedad, el yo es el que lleva la carga trágica del peso de las acciones negativas que contra él cometiera su alter ego, y quien finalmente comete el suicidio. Dice Zambrano: “[L]a acción del otro (alter ego) se torna tragedia en el yo-narrador, siempre a la zaga de las acciones y demasiado consciente de las artimañas de su propio yo, es decir, del personaje que es el “otro”” (269).

La aniquilación está claramente explícita en los fragmentos que hemos elegido del relato. La presencia del doble en esta obra tiene como fin la imposición del otro (el alter ego) en el lugar del yo (Andrés) y su revelación.

En “El otro” de Jorge Luis Borges la situación es distinta. La historia de esta narración se centra en un Borges (personaje), ya anciano, que se encuentra con el otro (también personaje). El otro se presenta bajo un viso juvenil, como el Borges de un pasado remoto, en sus años de juventud. Los dos se sientan en un banco situado en un parque junto a un río y conversan amenamente largo rato. En un momento particular del relato parece que uno recordara al otro mientras el otro lo sueña. El Borges anciano dice:

Creo haber descubierto la clave. El encuentro fue real, pero el otro conversó conmigo en un sueño y fue así como pudo olvidarme, yo conversé con él en la vigilia y todavía me atormenta el recuerdo (54).

En ningún pasaje se percibe que exista la usurpación por parte de ninguno de los Borges presentes. El motivo del doble en este caso no se da por desdoblamiento de la personalidad, sino que ocurre un paralelismo, es decir, se encuentra la misma persona cara a cara consigo misma pero en años diferentes de su vida. En ninguno de los dos personajes, que son el mismo Borges, se encuentra la idea de la aniquilación. Ellos se encuentran y dialogan. No existe adversidad más que en los pensamientos y en algunos puntos de vista que cada uno tiene con respecto a ciertas cosas. Los dos parecen ser “reales” dentro de su espacio y de su tiempo.

De otra forma, siguiendo la línea de contraste, creemos que en este relato se expone implícitamente un juego en el que se pretende mostrar otra realidad. Si bien la literatura es un medio de expresión del ser humano y una forma de dilucidar sobre el sentido de la experiencia, es este relato una prueba fidedigna de ello. En el ámbito de lo fantástico la literatura cumple una función reveladora que nos muestra otra cara de la realidad, aquella que no puede asirse. Bellamín-Noël, en su artículo “Lo fantástico y el inconsciente”, advierte que:

La literatura tiene como función principal develar lo que sin ella jamás podría haber salido a la luz; ideas nuevas, personajes fuera de lo común, situaciones imprevisibles […]. La literatura provoca un efecto de revelación, nos pone en presencia de los otros, del mundo y de nuestro Yo de una forma nunca vista ni imaginada (51).

Tanto en el cuento de Garmendia como en el de Borges es evidente lo que se expone en la cita. Las situaciones que se cuentan en “El difunto yo” y enEl otro” son completamente “fuera de lo común” y la “presencia de los otros” es también muy clara en ambos textos. Por otro lado, nos gustaría subrayar que en los dos textos se encuentra la representación del motivo del doble como parodia. Es intolerable que el otro se imponga en plano de la realidad – esto pasa todo el tiempo en nuestro cotidianidad y por eso el constante “quítate tú pa ponerme yo”, como se dice coloquialmente. Todos somos el yo que otorgamos en los demás como otredad. Con respecto a la puesta en escena de la parodia en “El difunto yo”, Víctor Bravo indica:

El difunto yo es sin duda un texto paródico sobre el doble. La parodia se produce a nivel del discurso entre el desfase de la enunciación del “yo” sobre su “otro” y la referencia trágica de esa desaparición (1993: 191).

La parodia se establece en cuanto el otro se impone sobre el yo. Por medio de este texto se presenta una situación que en la vida real es insoportable y se introduce por medio de la literatura para burlarse de ese hecho. Nos parece que cabría aquí una percepción: la constante intolerancia de lo “otro” es justo lo que hace inaguantable la convivencia entre las masas. Por ello podría decirse también que es parte de nuestro conflicto interno y la guerra que llevamos dentro de nosotros mismos. Siempre le ponemos un velo a esos otros inadmisibles que cohabitan bajo nuestra piel, más allá de la conciencia, y que forman parte de esa identidad que nos conforma como individuos.

Con respecto a “El otro”, la presencia de la parodia se implanta en Borges contra él mismo, contra su inexperiencia de los años juveniles y un poco contra ese estado de poco asombro que la experiencia procura ante lo ya acostumbrado. En fragmentos del relato encontramos: “[C]ada uno de los dos era el remedo caricaturesco del otro” (54). El joven encarna la vida pasada de Borges y el anciano lo que aquel sería en el futuro. El viejo narrador señala: “[A]consejar era inútil, porque su inevitable destino era ser el que soy yo” (56). El Borges joven ya tiene una historia inmutable. Su destino ya está escrito y el anciano que ha vivido todo, lo sabe. El juego paródico es claro. También podría tomarse como risible el hecho de que estas cosas no suceden en la realidad, pero en la literatura cualquier cosa puede pasar.

En cuanto a las semejanzas, encontramos en ambos texto la presencia de la ironía. Tanto en el relato de Borges como en el de Garmendia se percibe la carencia del sentido común. La ironía es lo contrario del sentido común pues “tener sentido común es dar por sentado que las afirmaciones formuladas por ese léxico último basta para describir y para juzgar las creencias, las acciones y las vidas” (Bravo 2003: 89). Siguiendo este horizonte Bravo explica:

Si lo real es una construcción siempre es posible percibirlo desde la negatividad, desde esta perspectiva se coloca el pensamiento irónico. La asunción de lo real como lo dado […] como lo que debe ser asumido como lo verdadero, es exigencia fundamental de todo orden […] del sentido común (89).

Asimismo, la ironía en la literatura tiene como propósito develar otras realidades u otras facetas de la realidad, que van contra el orden y la cotidianidad. Comenta el referido crítico: “En el corazón de la ironía se encuentra la experiencia de la alteridad: La floración de las formas de la exterioridad silenciadas y negadas por el orden de lo real” (90).

El imaginario del doble se presenta, entre otras formas, como la instancia en la que el hombre por medio de la literatura manifiesta la necesidad de otros mundos posibles, aquellos que por una especie de velo se nos prohíbe atravesar, pero que, por qué no, tal vez existan. En relación a ello mencionado crítico apunta:

La modernidad es el imaginario donde el hombre habita entre pliegues, entre duplicidades. Fragor de rupturas y fundaciones, su primera manifestación es la de una negatividad que anula o transgrede lo real para crear, en el vértigo de la alteridad, la posibilidad de otros mundos (1994: 65).

El hombre sueña con otras realidades, con otros mundos distintos, inversos, reversos. Por ello cuestiona y niega lo real a través de la obra literaria en la que crea universos y les imprime vida propia. En “El otro” la representación de dos realidades paralelas se abre paso en la simultaneidad de la existencia de dos Borges. Si desde el texto se ostentara la conciencia del hombre, del otro lado también palpitaría la vida y de éste se desprendería la inquietud por habitarlo. El hombre aspira encontrar lo adverso de todo lo que este plano nos ofrece. En este relato se expone la idea posible de que algo considerado sobrenatural pueda de hecho ocurrir dentro o fuera de la realidad: dentro, irrumpiéndola; fuera, presentando otro universo posible, con lo que se cuestiona la linealidad inmutable y limitante que se nos impone. En “El difunto yo” no encontramos paralelismo, es decir, no existe en ningún momento la confrontación. Andrés nunca se encuentra frente a su alter ego. Nunca convergen: el otro no se enfrenta directamente con el yo, sino que planifica su suicidio a distancia o a sus espaldas aunque aquel era consciente de ello (y el único en estarlo).

En la narración de Julio Garmendia la puesta en escena del imaginario del doble se expone como el doble que planifica la aniquilación. Luego el desdoblamiento ocurre para parodiar la posición idealista del yo que no tolera la presencia y la imposición del otro. Así, el doble muestra la otra cara de la realidad para cuestionarla o para plantear la posible existencia de otras realidades. Por su parte, el texto narrativo de Borges parece cuestionar la finitud curiosa del hombre, haciendo ver cómo la vida de una misma persona puede repetirse paralelamente en tiempos y espacios completamente distintos. Es obvio que la presencia de otros mundos se ha convertido en una búsqueda incesante. En la literatura se pone de manifiesto por medio de la duplicación o el desdoblamiento del yo a partir del cual revelar la existencia palpable de universos cohabitantes tanto en el interior del hombre como en su exterior.

Bibliografía citada

Bellemin-Noël, Jean. “Lo fantástico y el inconsciente”. Quimera 51-56 (2002): 218-219.

Borges, Jorge Luis. El libro de arena. Madrid: Editorial Alianza, 1997.

Bravo, Víctor. Ensayos desde la pasión. Caracas: FUNDARTE, 1994.

---. El orden y la paradoja. Mérida. Universidad de Los Andes: Ediciones del Vicerrectorado Académico, 2003.

---. Los poderes de la ficción. Caracas: Monte Ávila Editores, 1993.

Garmendia, Julio. La tienda de muñecos y otros textos. Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho, 2008

Zambrano, Gregory. “La tienda de muñecos de Julio Garmendia y la escritura autorreflexiva”. Escritos 21.1 (ene.-jun. 2000): 249-73.