3.2 Ensayo


Los Hijos de Acteón
Acteon’s children


Gabriel Mantilla Chaparro
Departamento de Literatura Hispanoamericana y Venezolana
Escuela de Letras, Facultad de Humanidades y Educación,
Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela.
gabrinadja@yahoo.com


Recibido: 15-3-2009 / Revisado: 29-3-2009

Resumen
La naturaleza del pintor o el poeta está determinada por una permanente y aguda transición entre su mundo interno y externo. En este ensayo, hablamos de escritores y artistas de la modernidad, visionarios que representaron a cabalidad, la desencantada, polémica, plural y dialéctica época en que vivieron. La devoción al mal, la miseria, el hambre y la enfermedad fueron la bandera del imaginario moderno de esos artistas; ello le impregna al arte un decisivo matiz místico y catártico, que luego ampliará sus distintos enfoques y modos de abordarla, y que, por supuesto, dejará a las vanguardias una nutrida y dilatada herencia para el desarrollo de sus propuestas estéticas.

Palabras claves: modernidad artística, literatura y arte, poesía.

Abstract
The nature of the painter or the poet is determined by a constant, acute transition between his inner and his outer world. In the present paper, we talk about writers and artists from modernity, who thoroughly represented the disillusioned, polemic, plural, and dialectic age in which they lived. The devotion to evil, misery, hunger, and sickness was the flag of the modern imaginary. This provides art with a decisively mystic and cathartic tone, which will expand the diverse approaches and ways to study it, and which will certainly leave the avant-gardes a significantly rich legacy for the development of their aesthtic proposals.

Keywords: artistic modernity, art and literature, poetry.


Todas las noches,
todas las mañanas alguien nace rumbo a la miseria.
Todas las noches, todas las mañanas alguien nace para el gozo.
Mientras otros se hunden en la noche eterna
William Blake.

Auguries of inocense.
Un pobrecito se pierde en un crepúsculo
Vincent Van Gogh

Hablamos del Artista y estamos hablando del Hombre, de sus miedos, de sus obsesiones, de sus vetas creadoras, de su confusión, de su miseria moral, de su derecho a morirse cuando ya el mundo le resulta un hogar hostil. Profundizamos en su comportamiento, en el cómplice existir de un alter ego que como una metáfora justifique la existencia a través de la existencia del otro (dôpelganger). Somos testigos de su lucha interior, los retos y expectativas a las que somete su voluntad creadora existencial.

En hombres como Baudelaire, Rimbaud, Paul Cézanne, Paul Gauguin, Vincent Van Gogh, Frank Kafka o Herman Hesse, aparece algo novedoso, que se afirma como otra posibilidad, otra visión, otra imagen, la otra cara de la medalla. Suprimir, modificar o diferir la realidad en aras de atrapar ese instante luminoso donde nace la obra que habrá de perdurar en el tiempo y de ser calificada "pionera" de otro modo de hacer las cosas en este río de arte. Son hombres adelantados a su época, brillaron a través de sus pasiones, de sus miedos, de sus desgarros y derrotas, buscaron con afán lo que su espíritu les pedía.

En la vida y la obra de estos creadores impera lo que podríamos llamar megatemas: El problema del génesis, el amor, la soledad, el miedo, la eternidad, el tiempo, la errancia, la otredad y la muerte. Estrecha y naturalmente vinculados artistas y poetas, han construido una senda que exige que la obra sea vista desde múltiples ángulos: la filosofía, la religión, el misticismo, lo simbólico, lo mitológico, el psicoanálisis, la hermenéutica; para captar la hermandad estética, la tensión, la profundidad, la elevación, el cordón umbilical, el hilo Ariádnico que los funde, los ata y los trasciende. Simultaneidad, fragmentación, disolvencia, nihilismo, Dios, el problema del destino, son experiencias del Ser que son sello de nuestro tiempo, marcado por la angustia, la incertidumbre, el azar, la posibilidad siempre insospechada.

El artista vive en una disolvencia crítica y una disolvencia humana. Allí se debate su fuerza creadora, alcanzando las fronteras de las "situaciones límite" (Jaspers). Hallamos pintores que son escritores como Cézanne, Gauguin, Vincent Van Gogh, Blake, Baudelaire[1]. Vidas desoladas, que pugnan con su época, que la rechazan: rechazan su hipocresía, su tegnicismo, su afán de lucro, su impiedad, su desdén por la naturaleza, su ignorancia y su intensa vileza.

En estos hombres hay innumerables luchas interiores para alcanzar el arte e interponerse a una época que no tiene el poder de interpretarlos. Artistas que andaban juntos, bebían, fumaban, pintaban, que se entregaban a pintar duro para presentarse al próximo salón; conscientes de que había mucho por descubrir en el duelo ante la tela, que no sabían desfallecer de la obsesión que les devoraba y socavaban la mina de su alma hasta el mismo sufrimiento. Eran hombres angustiados, arrollados por el anillo de lo simultáneo, que les hacía sabedores de su misma fragmentación.

Va muriendo el siglo XIX. La insurgencia de Cézanne (1839-1906), de Baudelaire (quien ya para 1867 había muerto), de un Blake (1757-1827), de Arthur Rimbaud (1854-1891), de Vincent Van Gogh (1853-1890), y otros no menos importantes artistas como Camile Pisarro, Sisley, Seurat[2], Gauguin, Monet, Degas, Renoir, Daubigny. Todo un imaginario poético y un imaginario pictórico contemporáneo. No sólo son la puerta del arte y de la poesía moderna, sino los sólidos cimientos con los cuales, años mas tarde, los grupos vanguardistas y postvanguardistas van a desenmascarar a una generación hipócrita que les llevó a la desolación, a la diáspora, a la fuga permanente, a separarse de la mujer, de los padres, de los amigos, a irse de la tierra donde se nació o que se soñaba refugio cierto para el regreso de viajes inaplazables.

Seres que presenciaron, sintieron las múltiples facetas del mal[3] en su lucha contra el bien (Zweig 1934). Como vemos en Baudelaire cuando dice en 1845, al intentar suicidarse: Me mato porque soy inútil para los demás y peligroso para mi mismo.

Consume Hachish, anda de amores con la prostituta Sara, "La locuchette", que le contagió la sífilis. Ya en 1850 hablaba de un libro que llamaba Les Limbes y que aparecería publicado en 1857 como Las Flores del mal, dos meses después de la muerte de su padrastro, el comandante Jacques Aupick.

El satanismo es moda y Baudelaire lo asume como tal: suscitación de poderes ocultos y malignos. Baudelaire es el introductor del mal, de la ciudad y de la muerte como temas nervales de toda poesía que, a partir de él, llamamos "moderna". Pecado, horror, idiotez, la presunción de que la generación que se vive y se avecina será desilusionada, que el progreso y el proyecto de la modernidad, confiado y sustentado sólo en lo tecnológico y en lo político, no podrá sobrevivir. Y es allí cuando la poesía aspira su propio espacio. Artistas y escritores se echan a la calle, a la noche, a otros lugares para crear algo que pueda diferir la realidad o abrirle una rendija luminosa que permita no sólo aceptarla sino hallarla original, recreada, más digna y menos onerosa.

Baudelaire se reconoce como poeta y se cree con la misión de proferir la bajeza y los sueños del ideal. Para Baudelaire, Vincent y Cézanne, existió el ideal, el sueño, la aspiración íntima (e inalcanzable). Si Stefan Zweig considera a Goethe el hombre más feliz del siglo XIX , tendríamos que decir de Baudelaire que fue el más pesimista.

Tan pesimista que se atreve a ver dos crepúsculos: el de la noche, el de la mañana. Para él no hay Aurora ni Alba... nada parecido que él pueda elogiar en su poesía…detesta la naturaleza, le aburre, se niega a escribir un texto solicitado sobre el paisaje de Fontainebleu, se burla de los pintores de aldeanos.
Noctámbulos, borrachos, drogados, solitarios, huérfanos, todos, viajeros de la noche, amantes consumidos en su misma sensualidad. Pedro es justificado por negar a Cristo. Gana a Caín para que asalte el cielo y arroje a Dios sobre la tierra.
Aspira, sin embargo, a otra gracia de ese mismo señor al que niega: Ah, Señor / concédeme el valor y la fuerza / de contemplar mi alma y mi cuerpo sin asco (Las Flores del Mal) Dios.

Cada uno de estos seres mete la mano en el bolsillo para buscar la llave que abra la tela o el poema, que engendren el intersticio esperado, el rasgo nuevo, lo distinto, algo que hechice, que sea trascendental.
Ese detalle que señala Wallace Steven, esa observación aplicada a la pintura y aplicable a la poesía, esa convivencia plena entre ambas manifestaciones y cultores, que puede llevar a un mejor estado de gracia: podría estudiar poesía estudiando la pintura o que uno podría convertirse en un pintor después de haberse convertido en poeta (17)
Castigo, metamorfosis, culpa, errancia, ansiedad, y búsqueda que signan a los hijos de Acteón (Kafka 16). Esquizofrenia, intolerancia de la realidad, lucha interior, instinto mortal, extravío, todos los puentes que conducen a ninguna parte. Perros ciegos y sin olfato que constantemente se aparecen para devorar al artista, al poeta.
En medio de esa lucha interna, el artista va captando los fragmentos de esa "realidad otra" Cortaziana. La Maison du Monsieur Gachet, los Bodegones y las naturalezas muertas de Cézanne; El moulin de la Galette, Las visiones de París desde Montmartre, Los comedores de patatas, El Sembrador, Los girasoles, Los cipreses, el Café nocturno de Arles de Vincent Van Gogh (y sus autorretratos)... Son imágenes que se instalan en otro estado de la realidad, que la socavan, la trascienden y que engendran esa rendija de donde sale ese haz de inmortalidad. Son obras que se instalan y se quedan en nuestra mente como con cierto aire de familia. Obras que nos producen placer y las amamos como propias.
Iluminado por sus pintores, el poeta parte a remotas regiones, a espacios oportunos para la poesía. Así, el pintor iluminado por sus lecturas, por sus reflexiones, vincula su imaginario plástico al imaginario poético, y en ese mismo instante asciende hacía una nueva sensación y una nueva forma de ver el mundo, aparece una expresión única, irrepetible: La obra.

Así son los caminos del arte, duros, abruptos pero muy aleccionadores. Nada en el vivir es fácil. Artistas y poetas que aman la música, a Mozart, a Hâendel, a Schubert, a Bethoven.
El poeta se da a sí mismo la posibilidad del ideal: Debería estar en un lugar en el que coincidieran muchos hombres, de distintas regiones, de todas las clases, de todas las profesiones, de distintas edades; debería tener la posibilidad de escoger de entre toda la muchedumbre, los buenos, los amistosos, aquellos que tienen una mirada para sí. El mismo sueño de Imagine en John Lennon.
Estos no son como Ulises, no se amarraron a los mástiles para eludir el llamado de las sirenas. Se dejan arrastrar hacia los peñascos y son devorados sin remedio. Atropellados por sus pasiones y sus visiones, lo dan todo por el amor al arte. Se desangran de angustia para acceder al arte, para aprender a dibujar, a pintar, a hallar los motivos, el instante luminoso que habrá de brillar: La obra, como la punta de un iceberg en la lejanía blanca de la tela o de la página. Y esos hallazgos, a la larga inmortales dentro del arte, son tan conmovedores que los pintores y los poetas creen necesario comentarIos con sus iguales, con un pariente que se muestra interesado en sus elucubraciones y sus búsquedas. Tal sucede con Vincent Van Gogh y sus anotaciones y correspondencias con Theo, su hermano menor, de quien depende en gran medida[4].
La vida, como una jaula que sale a buscar su pájaro, como un signo molesto de la realidad, una meta pero ningún camino, la causa de la tristeza, el motivo de la devoción al mal: Como un camino de otoño: apenas ha sido barrido, vuelve cubrirse de hojas secas (85), confiesa Franz Kafka.
Algunas veces asalta el regocijo, algún destello de fantasía. El hombre cree poder sosegarse, comprenderlo todo y hasta parece alejarse de la temida muerte, cree que se puede dosificar el destino. O cree que puede contraer matrimonio, ser responsable, tener hijos, sustentar a una familia y ser artista a la vez; fijarse en un sólo lugar, descubrir su obra en ese territorio finito que establece, detener la fuga, los viajes; pero termina fundido en las carnes de la noche, del suburbio, de lo prohibido, del riesgo, del azar ...y de la muerte, que está siempre ahí: “La muerte está delante de nosotros, como en el aula del colegio, en un cuadro de la batalla de Alejandro” (94).
Para Baudelaire, el cielo que es como una pesada losa que nos asoma al abismo, para mostramos el vértigo y convencernos de la imposibilidad de escapar de la condición humana.
La modernidad es polémica, cambiante, contradictoria, heterogénea, plural y así tienen que ser las obras literarias o pictóricas (o de otra expresión del arte), de allí irrumpen los signos de inmortalidad de un hecho creador, logrado después de mucho empeño, derrotas, dudas y luchas consigo mismo. Desde Baudelaire hasta hoy hemos sido testigos de esa lucha, de esa "tradición de la ruptura" (Octavio Paz), ese escenario espacio-temporal que es el devenir del arte.
Pasión critica y auto destrucción creadora, son al escritor mexicano, rasgos característicos de la modernidad[5]. Pasión crítica de Baudelaire, de Rimbaud, de Van Gogh, de Blake, en sus escritos y una permanente inconformidad con lo logrado.
Nos parece hermoso ver a Vincent con una tela al hombro[6] levantado desde muy temprano, yéndose al campo, para volver al final de la tarde -como un pescador- con una tela compuesta de varios temas, paisajes y escenas. Como un "museo ambulante". Feliz con su pesca. Allí trae, como un viajero en sus alforjas, los vinos, las espátulas, los pinceles, el agua escasa y los documentos de identidad, su enjambre de visiones del día. Busca la naturaleza, pero quiere asirla o percibirla de un modo distinto: embarcaciones, vistas del Sena, restaurantes vistosos de toldos multicolores, parques abandonados, etc.
Pudiera hacernos reír, creer que está loco de remate, que es ridículo, que es un bicho raro y en ocasiones sospechoso. Pero no, ese hombre de la tela al hombro es inmensamente poderoso… y rico, allanó lo insólito, lo múltiple, lo simultáneo, se supo posar en ese instante en que la realidad se hace hermosa... y hasta llevadera.
Ahí, en esa inmensa tela venían los apuntes, los "estudios" (como él los llamaba) de los cuadros que hoy trastornan de orgullo y delectación a los amantes del arte y a los coleccionistas. Obras que ya prácticamente no se marchitan y que pertenecen a museos y naciones.
Vincent Van Gogh, en medio de su arrolladora personalidad, de carácter huraño, fue un hombre dado al prójimo, imbuido de lo religioso[7] al punto que llegó a ser misionero en lugares de olvido y miseria, como Borinage y pasmes. Esa devoción frustrada la va a volcar en el arte, en su consagración al deseo de ser artista, de aprender a dibujar. Devoción vertida en esas magnificas cartas a su hermano Theo y a sus amigos y compañeros de ruta[8]. Fue Theo, quien le recomendó dedicarse de lleno a la pintura.

“Cuando no se tiene un caballo uno mismo es el caballo”[9] En lo existencial tiene un lastre, una sombra, algo que lo consterna: su hermano Vincent, nacido y fallecido un año antes que él. Iba al cementerio a visitar su tumba, a ver su nombre en la placa, a imaginar historias del hermano desaparecido y concluye que él, el sobreviviente, ocupa a lo mejor un espacio ajeno y tiene una misión. Y se inmortalizó como un artista: sus girasoles, sus campos, sus cipreses, sus autorretratos, sus noches de café en ArIes, sus Nocturnos, entre centenares de sus obras, lo han liberado de un destino prometeico (12).
Ya en 1883, siendo pintor maduro, invita a ese gran hermano:
viejo, ven conmigo a pintar en el bosque y los campos. Galopa conmigo detrás de la carreta y del pastor, vamos a ver los fuegos y a tomar del baño de aire... Ven a meterte en el verde" (Carta a Theo. Drenthe, 83).

No pudo lograr en vida el éxito que hoy le consagra la nueva generación de creadores, críticos y espectadores. Su obra se estudia como tema programático en colegios y Universidades y ejerce en la juventud una fuerte atracción. Pero él siempre estuvo consciente de que tarde o temprano triunfaría:
En cualquier caso, andamos por buen camino, tanto si me quedo por algún tiempo, como si me voy a tu casa (creo estar en la ruta correcta para poder encontrar lo que busco.... (Van Gogh, 78)

Aunque un día, consciente de que la vida estaba cansada de que él la existiera, disparó a su corazón en un campo de trigo, un 27 de julio, día domingo de 1890. El día 29 "quisiera irme", confesó. Y murió a la una y media de la mañana de ese día. Ya no más Vincent, el hombre. Nos quedaba Vincent Van Gogh: el artista y su obra.
Seis meses después muere Theo, quien sería enterrado en el mismo lugar de Vincent. Esas cartas a Theo (hermosamente verdaderas y afectuosas, contacto vivo y vibrante de dos hermanos que nunca cesaron de conversar por escrito, ni perdieron oportunidad de volverse a ver) son una muestra clara del escritor y el artista, muestran una simbiosis apodíctica. Se encontraron seis meses después, tiempo que nada significa comparado al vasto océano de eternidad que hoy comparten[10].

Toda obra de arte es siempre transgresora de leyes, de maneras de pensar y ante todo, transgrede su época, su tiempo. Nada es impune al arte, aunque en ese momento ni el artista, ni los críticos, ni la sociedad (menos aún) logren captar lo que está sucediendo o va a suceder: ese parto del que hablaba Rilke, esa obra que ha sido creada, necesariamente.

Transgresión que es reto, juego (homo ludens), ruptura, donde se asume una cierta dosis de riesgo: un correr a oscuras tras una liebre o, como "Aquiles y la tortuga", siempre en aporía.

Hay una voluntad de ruptura permanente en cada creador. Cézanne, al decir de Pablo Picasso es el padre de todos nosotros. El Cézanne de buena familia, el hijo del banquero multimillonario Theodore Cézanne y de una madre inclinada al arte, a la música, a la poesía, que respaldaba la inclinación artística de su hijo contra la oposición, en principio, del rico hombre de negocios, quien al reconocer que su primogénito ya no seguiría sus pasos, un día se apareció en París con su hijo Paul y su hija Marie y le inscribió en la mejor Academia de arte de la capital, la "Academie Suisse". El Cézanne huraño, el solitario, el copista, el despreciado por el público, el rechazado en el salón, el maestro de las naturalezas muertas, elogiadas por el gran Manet en París.

En tiempos de la guerra se esconde en L 'Esta y junto con su esposa Hortensie y su hijo. Cézanne pinta al Dr. Gachet, al mismo médico amigo y protector de Vincent Van Gogh, en sus días de Sain Rémy quien también sería pintado por el arlesiano. Maestro de Bodegones, escritor de versos, conocedor de latín y griego, amigo íntimo y de casi toda la vida de Emile Zola.
Sostuvo una gran amistad con Camile Pisarro, quien le da lecciones de pintura impresionista. Comienza en sus primeras épocas con el uso de tonalidades obscuras, y en sus épocas finales, sus "Bodegones", sus "paisajes", sus espátulas, sus acuarelas plasman una luminosidad que ya nada tiene que ver con el impresionismo. Se trataba ahora de cierta geometría, al tiempo que mantenía un importante vínculo con su pasada tendencia
La naturaleza fue, desde un principio, un objeto raizal de su pintura. Su mejor amigo era el naturista Emile Zola.
La Maison du Pendu, El gran Pino, Le compotier, La maison du Dr. Gachet, junto al los ya nombrados, son magistrales muestras de la transgresión y la voluntad de outsider de Paul Cézanne.
Agreguemos la gran suerte de la invención de la fotografía. Los pintores sabían muy bien el material que tenían en su poder... Y Cézanne, y Vincent Van Gogh sabían muy bien lo que estaban haciendo para enriquecer el tesoro de su siglo, que ya estaba cercano a despedirse (como deben estar sucediendo hoy muchas cosas felices para el arte y la poesía, que quizá no imaginamos, no sólo para despedir el siglo sino para transgredirlo). Estamos en los tiempos de thriller, de Pink Floyd, de realidad virtual, del Internet, el cine en tercera dimensión, podemos realizar viajes rápidos a cualquier país del mundo, llamamos por teléfono o recibimos mensajes en la entraña de la selva, escribimos con nuestras computadoras en los aviones; vamos a los museos del mundo a conocer y a aprender arte o traemos el museo a nuestra casa. Gracias Mr. Gates… Ellos tenían el arte, la literatura, la música y la fotografía.
No lo dudamos, deben estar ocurriendo milagros. Los hijos de Acteón están mejor dotados hoy para mantener a los perros a prudente distancia, o lograr que les reconozcan antes de que intenten devorarlos. Sólo falta desarrollar más amor por la naturaleza como lo hicieron Millet, Constable, Van Gogh, Seurat, Signac, Cézanne. Pobre de Baudelaire que no la quiso y sucumbió en un estado de pobreza ontológica.
Notas

[1]En calidad de crítico de arte, Baudelaire reclamaba a Constable, Millet que "hace alarde de un sombrío y pesimista embruteciendo en sus campesinos que excita nuestro furo''. Millet pensaba otra cosa... Vincent Van Gogh le reconocería como maestro, aliado de Rúbens y Delacroix.
[2]Gauguin envía lienzos de Seurat al salón impresionista. Monet, Renoir y Sisley se molestan y como protesta no quisieron tomar parte de la exposición. Degas prohibió escribir la palabra impresionismo en los catálogos y anuncios del salón…Más tarde Seurat sería el líder del gremio, el político, el que lucha y organiza por el artista… Vincent, también llegó a plantearle a Theo la creación de una Asociación de Artistas y Escritores, que se inauguraría en homenaje a Paul Gauguin.
[3]Cf. Georges Bataille. La literatura y el mal. Madrid, Taurus Ediciones, 1959.
[4] "!Ah, querido hermano, a veces sé muy bien lo que quieren en un cuadro yo quisiera decir algo consolador como la música…pintar hombres o mujeres con algo de eterno, de lo que en un tiempo era símbolo: El nimbo, y que nosotros buscamos mediante la Irradiación de nosotros mismos, mediante la vibración de los colores." Vincent Van Gogh. Cartas a Theo. Caracas, Alfadil. 1995.
[5] Cf. Octavio Paz. Los hijos del Limo. Bogotá, Oveja Negra, 1985.
[6] "EI animal una cuerda sobre un abismo" (Hesse).
[7] Cuadro propiedad de Paul Gauguin.
[8] A veces siento rencor hacia ésta maldita pintura. Fue Richepin quien dijo alguna vez: El amor al arte hace perder el amor verdadero (...) pero el amor verdadero hace perder el amor al arte". Vincent Van Gogh. Ob. Cit. p.79.
[9]Cuando recoge a Sien, la pobre prostituta con una hija y en estado de fecundación, no lo hace por razones de sexo, aunque sí quizá de compañía humana. Lo hace por su amor al prójimo y le ofrece compartir lo que tiene y de lo que carece con ella. La inmortaliza en "sorrow".
[10] Cinco años después el poeta Colombiano José Asunción Silva se quita la vida de idéntica manera y con un disparo certero, no como Vincent que tuvo agonía. Referencias
Bataille, Georges. La literatura y el mal. Madrid: Taurus Ediciones, 1959.
Grimal, Pierre. Mitología griega y romana. Barcelona: Paidos, 1991.
Kafka, Frank. Meditaciones. "Intercesor". Madrid: M. E .Editores, 1995.
Paz, Octavio. Los hijos del Limo. Bogotá: Oveja Negra, 1985.
Van Gogh, Vincent. Cartas a Theo. Caracas, Alfadil. 1995.
Wallace, Steven. “Las relaciones entre poesía y pintura”. ECO, 160: 17-28 1974.
Zweig, Stefan. La lucha contra el demonio.(Hölderlin, Kleist, Niezstche, Goethe). Barcelona: Editorial Apolo, 1934.